Mi cerebro está seco. Cuido a mis hijos, los crío, me encargo de sus tareas, ropa, comidas, transporte. No tengo una vida propia. A veces pienso que no los quiero, que me cargan la vida de trabajo. Eso es a ratos, yo no sé si soy normal. Seguro no, lo normal es quererlos y estar feliz de poder encargarse de ellos todo el tiempo. Son sanos, pero yo estoy a menudo harta. De todo.
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