Excepcionalmente fui a la Gran Ciudad a comprar algunas cosas que me hacían falta. Dejé también en la biblioteca de la universidad libros que había sacado hace ya tiempo. Estacioné ambién el auto en el párking de la universidad y en metro me fui al centro de la ciudad. De regreso en el metro subieron una mujer y sus hijos de unos 4 y 5 años. La mujer se puso a tocar su acordeón y luego en la siguiente parada se acerco a las puertas para bajar, las puertas se abrieron pero el metro se quedó detenido. La mujer bajó y uno de los niños empezó a pedir dinero. Cuando llegó a mi sitio, empecé a buscar mi monedero, no lo encontraba así que le dí un chocolate que me regalaron otro día en la peluquería. El niño bajó pero yo seguí buscando mi monedero, lo encontré y como las puertas del vagón seguían abiertas y habían anunciado un problema en la línea le hice un gesto para indicarle que viniera. Vino y le dí una moneda. Se parecía tanto a mi hijo menor.
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