Me pinté las uñas de los pies con un esmalte entre burdeos y rojo con puntitos iridiscentes dorados. Será que lo compré de oferta, o no sé qué pero creo que no lo voy a usar más, lo veo vulgar. Tengo también uno rojo oscuro que queda me muy bien y uno negro con puntitos iridiscentes plateados, que me queda muy bonito. Las uñas de las manos nunca me las pinto y mis uñas siempre están cortas, muy cortas, no me las como ni nada pero la manicure no se hizo para mí. La pedicure sí.
La foto, la tomé en la casa Lucía, ese era el nombre de la casa que alquilamos en España. "Mamá?" me dijo Romain, "qué quieres fotografiar ahí?", la silla, la cómoda, el espejo, las paredes, todo eso y la luz, le dije. La casa Lucía era de piedra, y tenía 200 años de antiguedad. Antonio, el esposo de Lucía había hecho todas las refacciones y Lucía la había decorado en estilo rústico pero cuidado. Todo había sido elegido con cariño, los muebles, los adornitos, las cortinas. La casa tenía un encanto embrujador, no había casas contiguas, y de noche el único ruido que se escuchaba era el de los cencerros de las vacas que regresaban al establo. Al amanecer la luz se filtraba por los postigos que dejabamos un poco abiertos y yo iba a ver desde el balcón las montañas verdes y las casitas del pueblo vecino mucho más abajo. Nunca olvidaré la tranquilidad y las vistas de la casa. Hasta cuando tenga memoria me acordaré de los días que pasé en la casa Lucía.
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